Siguiendo la visita del Tesoro Imperial, pasamos por un recorrido histórico que muestra las joyas y coronas de los distintos reyes del imperio Austro húngaro hasta nuestros días.
Lo cierto es que entre que iba un poco pillado de tiempo y que había un montón de colegios con niños por todos lados, preferí dejar la clase de historia para cuando tenga tiempo de leerme un libro y me fije en las bellísimas joyas y acabados que los mejores artesanos en las distintas épocas realizaban para sus monarcas y emperadores.
En muchas ocasiones esos encargos suponían pasar de una situación de subsistencia a vivir holgadamente un par de generaciones, por lo que muchos artesanos se afanaban en elaborar sus mejores piezas para mostrarlas a sus regentes en cuanto tuvieran ocasión.
Curiosamente, tras recibir un encargo real o imperial, era posible que el joyero en cuestión dejara de trabajar en todo lo demás y únicamente trabajara para la corona. Se requería dedicación absoluta y en ocasiones la pieza encargada en cuestión suponía el trabajo de todo el taller durante mucho tiempo. A veces toda la vida.
Recordemos que la esperanza de vida solo ha pasado de los 50 anos en este ultimo siglo y eso supone que desde muy pronto se aprendía la profesión y se llegaba a una maestría antes de que la salud te impidiera seguir realizando trabajos tan detallados. Una vista defectuosa o un pulso tembloroso podían no solo acabar con tu carrera y arruinarte sino terminar con tu forma de vida y hacerte morir en la mas absoluta pobreza.
Casi todas estas piezas, coronas, cetros, bastones, espadas y demás parafernalia de coronación siempre acababan sin usarse mas que unas pocas horas y servían de muestra o exhibición nada mas.
Muchos otros objetos en cambio llegaban al tesoro imperial a través de regalos de embajadores, adquisiciones de comerciantes lejanos o intercambios de presentes con otros regentes. Son estas piezas en mi opinión las mas interesantes. Las que llevan una historia que la memoria ha borrado pero queda patente en la pieza, como si fuera el guardián de un recuerdo perdido.
Pero quizás lo mas llamativo son los objetos religiosos. algunos con un detalle exquisito, simulando racimos de uvas con perlas y hojas de parra e oro esmaltadas en verde, otras con figuras de oro esculpidas de leones y piedras engastadas que a buen seguro valen mas que todo lo que pueda ganar yo en varias vidas. Y son lo mas llamativo siempre porque lo mas probable es que el que las hizo pensó en poner el mas exquisito detalle para honrar a Dios con su trabajo, cuando lo cierto es que al terminarlo caía en manos de ricos codiciosos cuyos intereses se encontraban muy alejados del reino de los cielos.
Pero hoy me quedo con ese pensamiento. Hacer las joyas no solo para cumplir con el encargo sino para honrar a Dios (cada uno que ponga aquí en quien crea) por darnos la capacidad creativa y física para poder realizarlas. Me gusta esa idea....
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