De la talla de un diamante depende su brillo y resplandor. Una buena talla consigue sacar el máximo destello que puede alcanzar esa piedra y esta es precisamente la difícil tarea del lapidario: conseguir que el diamante refleje el máximo de luz.
Si un diamante está bien tallado, la luz entra por la parte superior y se refleja saliendo de nuevo hacia arriba. La mejor talla se consigue cuando las proporciones entre las diferentes partes del diamante son las adecuadas, si estas proporciones no son buenas, el diamante no brillará igual o se verá más apagado.
Estas son las 9 tallas más conocidas:
La talla marquesa es alargada y termina en punta en ambos extremos. Tiene 58 facetas y es muy luminosa en el centro y menos en las puntas.
La talla baguette tiene forma estrecha y alargada como el pan francés al que debe su nombre.
Existen otras tallas llamadas Fancy o Fantasía. Todas estas tallas se realizan también en otras gemas como zafiros, rubíes, esmeraldas, aguamarinas, turmalinas, amatistas, etc.
La calidad de un diamante y su precio están determinados además de por la talla, por el color, la pureza y el peso. Los organismos más prestigiosos para certificar oficialmente un diamante son: la GIA (Gemological Institute of America) y el HRD (Hoge Raad voor Diamant) se rige por el Consejo Superior del Diamante de Amberes. En España podéis recurrir al IGE (Instituto Gemológico Español) o a GEMACYT que sigue las normas del HRD.
fuente original: http://blog.hola.com/nosvamosdejoyas/2013/12/la-talla-si-importa.html
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