Tuesday, 3 November 2015

Palacio de Sisi Emperatriz. Viena (sala de la plata)

Hace poco tuve la ocasión de hacer una visita relámpago a Viena, para ver a mi cugnado dirigir a la orquesta de Bratislava en el palacio de Shonbrun en Viena. Tanto glamour y lujo me dieron ganas de ver la grandeza del imperio austrohungaro y todas sus joyas y preciados tesoros. Pero no empece por lo mas obvio, sino que me dirigí directamente a la cocina. Aquella sala llamada de la plata, en la que se almacén las juegos de platos, cubiertos y utensilios que servían a diario para presentar la comida en la mesa de la corte y por supuesto, llevar a la boca las distintas viandas. 

Es curioso que lo primero que me vino a la cabeza fue un comentario de un servían de una visita guiada en otro palacio lejos de allí, en Inglaterra. 


Nos comentaba como la reina de Inglaterra, una vez visitando la colección de porcelana francesa de Sevres de Madame Pompadour, expuesta en las vitrinas de una de las salas comento "Anda, si es como la que usamos nosotros a diario, pero nosotros la usamos, Vosotros no?" 




Ese nivel de irrealidad en el que viven los monarcas es lo primero que me vino a la cabeza al notar que los platos de oro mostraban un desgaste propio del uso diario de los mismos, no solo por la decoloración del metal en los múltiples lavados, sino por las marcas de arañazos propias de tenedores recogiendo la comida del plato o cuchillos desgarrando la carne y parte del oro de la base del soporte. 


Los cubiertos, de igual manera, tenían muestras de desgaste prolongado, mostrado en la diferente longitud de las distintas púas de los cubiertos, algunos propios de zurdos o de diestros (la mayoría) con uno u otro lado mas corto. 

Tras este primer pensamiento, el siguiente que me vino a la cabeza fue el de la cantidad y numero. Tantas personas comían a diario en la corte? tan grandes festines, con tantos invitados? necesitaban tantas copas, platos, vasos, cubiertos? 
No los conté obviamente, pero la sensación pasando una tras otra sala repleta de servicios de oro y plata, era de que podían haber tenido un servicio por cada día del ano sin necesidad de haber lavado ni repetir cubierto. 

Otro de los aspectos que me llamo la atención es el exquisito detalle de los acabados. Y para tal cantidad de cubiertos y servicios uno podría pensar que se hicieron en masa sin el mayo detalle o cuidado en su ejecución. Craso error. Cada pieza exclusiva muestra un refinamiento en las formas y detalles esculpidos que parece que una persona haciendo un simple tenedor podría haber estado un ano refinando su ejecución. Y algo así pasaba. 

Un orfebre cuando recibía un encargo real o imperial en este caso, dedicaba todo su esfuerzo y tiempo en refinar esa pieza para que el rey quedara a gusto. no solo por la repercusión comercial y éxito profesional que pudiera adquirir, sino porque en muchos casos, una pieza hecho sin el esmero adecuado podría resultar en una interpretación errónea como un insulto a la grandeza del emperador y costarle al pobre infeliz desde la cárcel hasta incluso la muerte. 

Y eso me lleva a mi ultima reflexión. Cuanta gente se necesita para labrar y finalizar tal cantidad de servicios. Hablamos de las pirámides de Egipto y en términos relativos obviamente y en menor escala, yo me pregunto cuanta gente se dedicaba a encargos imperiales (no solo cuberterias, sino cristalerías, cerámicas, textil, mobiliario....). Debía ser una industria en si misma. 


Sin que sirva de reivindicación a la institución o modo de gobierno de la época, si que debía suponer un impulso económico importante para el desarrollo del país los encargos imperiales o reales. 

Es verdad que a costa de los impuestos y la miseria de los pobres, pero no vivimos en la actualidad en la misma situación? salvo que los reyes y emperadores de antes son ahora los políticos ladrones y corruptos que roban al pueblo para comer con tenedores de oro y bagnarse en leche de burra. Y salvo que antes los reyes y emperadores eran sustituidos cada cierto tiempo a golpe de hacha o guillotina... No doy ideas...

Así que suficientes reflexiones para una sola hora de visita. Con la boca abierta y la cámara disparando fotos a cualquier pequeño detalle se paso el tiempo volando y mi vuelo de regreso a Londres me devolvió a la realidad de mi pequeño taller y mis no tan imperiales encargos. Aunque supongo que mi dedicación es la misma para mis clientes que la de aquellos increíbles orfebres con su emperador. 

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